Te olvidé

Te olvidé

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Ocho de la noche de un día de febrero cualquiera:

Te escribo esto porque quiero que sepas que te he olvidado y que no, no ha sido un proceso corto. Tuvieron que pasar meses, tuvieron que pasar mujeres, tuvieron que pasar horas buscándote al final del día en los bares donde no es difícil encontrar a alguien que se te parezca y acepte alejarme del frío por unos cuantos billetes. Pero debes saber que te he olvidado. Olvidar no en el sentido de no volver a recordarte, sino de recordarte sin desear tenerte de nuevo. ¿No hacemos eso con lo que no nos sirve en la vida? ¿Confinarlos a un rincón oscuro de nuestra memoria deseando no tener la necesidad de recuperarlos? Son las ocho de la noche y desde las cinco he dado vueltas por la casa, vislumbrando pasillos y habitaciones, extraños con tu ausencia, nuevos con la reciente presencia de ella. Con «ella» de seguro sabes a quién me refiero. No fue fácil adaptarme, tengo que admitirlo. Al irte, sin haberte llevado nada, tuve la sensación de que me faltaba todo. Y ese vacío no es que ahora esté lleno, pero te juro que ya no se nota. Te juro que ya me da igual si llegaste a despedirte o no, o si me dejaste un número o alguna dirección que evidencien que todo este tiempo no tuve que imaginarte y que puedo encontrarte nuevamente si lo deseo. Pero hoy ya no me importa. Hoy está ella y me ha dicho que quiere empezar desde cero. Es tan distinta a mí que quiere cambiar mis hábitos y eso es algo que no soporto, así que supongo que esto no durará mucho. Como tampoco han durado las esperanzas, los cariños fríos de manos ajenas, el turismo que hice en los rincones oscuros de aquellos cuerpos donde más de una vez quise encontrarte. Y bueno, no es este un inventario de mis aventuras, así que aquí termino porque no tengo más que decirte. No te deseo felicidad porque creo que ya tienes suficiente con la que te llevaste de mi vida.

Dashten Geriott

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