Dudé

Dudé

Ashly Rose
Dudé, entre arrojarme sin remordimientos a un precipicio de improperios impropios, o masticar resabios en bucle. Opté por ninguna de las dos opciones. A mano encontré, como otra veces, el bol de las palabras desacostumbradas; en cuanto a naufragios cohabitacionales, soy más de verbo desaforado, de atragantarme de consonantes como de palomitas. Total, para qué emplear en vano mala baba y nervios, si la nada conduce a nada, y está más que demostrado que uno sólo existe en cuanto que padece al prójimo, o, por contra, si al de enfrente le da por el agujero de detrás...

De cerca nos chillan a la oreja ancianas verduleras, ululan por nuestros laberintos interiores como sirenas de camión de bomberos. Nos resistimos a caer de nuestro árbol los inmaduros, no vamos a aprender nunca que hay que resignarse a que nos escamoteen la conversación y la virginidad. Es el verso cautivo de la vida, la regla de oro no escrita en pergamino alguno, la misma que, a fuego, acabarán grabándonos, a cada cual, en cada uno de nuestros pellejos. Savia nueva eligen digerir los sangrantes estómagos de los viejos vencidos, y total, para morirse igual. Prefieren ellos, mil y una vez, antes fenecer a voces que en la intimidad de sus sucias madrigueras; nada quieren saber de la manera en que se apagan, para siempre, los páramos silentes y distantes. Nada tampoco para los del mañana, salvo un charco de pringue y ruindad. Se procrean las ratas si es que les dejan, y si no, ya se las apañan para ir tirando, saciándose de infamia...

De varadas gentes las aceras atoradas están, impidiéndole el paso a las sutiles almas pánfilas, las que de un improbable guindo se cayeron. Montaña informe que todo lo cubre, que todo lo derrota, inabarcable de estiércol. Desafortunado el poeta si es que perdió el ritmo de su paso. Barroco entonces él, profuso y engolado, subido a la cabeza. Pedante como ninguno...

Miguel Ángel Salinas Gilabert

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