Los mapas en tus labios

Los mapas en tus labios

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En qué cree el mundo si no es en ti: no tiene sentido. Afuera hacía mucho frío —como siempre—, te abracé y quise besarte, pero no me atreví a penetrar los centímetros que nos hacían dos desconocidos apunto de enloquecer de besos y miradas románticas que encendían las más lejanas luces de las estrellas. Me gustan las estrellas como me gustas tú. Pienso que eres la única estrella caída del cielo que merece volar más alto que todas las demás. Pero estás plantada ahí, frente a mí, me miras y solamente se me ocurre correr desesperado para buscar una respuesta al universo que se dibuja en tus ojos. Y los mapas en tus labios. Te aseguro que me gustan mucho los misterios y las contradicciones. Que me gusta lo difícil y lo complicado. Me gusta las calles mojadas y tú. El café por la mañana, y tú. Y claro, ahora mismo pareces lluvia cayendo como pétalos de rosa o hojas de otoño (con tranquilidad): nada más precioso. No sé en qué cree el mundo si no es en ti. «Un placer», dijiste apenas abriendo los labios y el mundo se estremeció de tal manera que sentí que caía sobre el piso de madera (y no tenía buen soporte). O mejor aún, sentí que caía en un hechizo mágico donde sólo tú sabías ser canción y no paraba de bailarte. Estaba sobre tu cuerpo y cada vez que sonreías podía ver desde lejos, cómo se sumergían las palabras que le huyen a lo desconocido. Pero no, realmente seguí de pie y estabas allí: «el placer en mío», y cerré los ojos un instante. Cuando quise abrirlos escuché en formato susurro: «calla, y bésame cómo si fuera tu último día». No dije nada. Hice lo que dijo y acto seguido, la tomé de las caderas para presionar violentamente. Definitivamente tú eres mundo y vaya que tiene sentido.

Ángel Gabriel

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