Echarte de menos antes

Echarte de menos antes

Fotografía por David Uzochukwu

He esperado hasta ahora para escribirte. Hubiese esperado hasta la noche como tengo por costumbre pero algo me ha dicho que ventilar mi locura a plena luz del día era lo más sensato si voy a hablar de la parte más oscura de mi vida. El problema no es que te niegues a marcharte del todo ni que yo no tenga la suficiente valentía para sacarte de aquí; el problema, lo admito, es que el dolor que causas es casi imprescindible para mi rutina.

Que no puedo despertar sin pensarte, comer sin pensarte, salir sin pensarte ni dormir sin soñarte. El problema es que llevo tu recuerdo adoquinando las aceras y mutilando nubes sin forma, allí por donde más de una vez me quedé esperando a que te hicieras realidad. El problema es que si te saco mi sonrisa se va contigo y si te quedas, si bien no me hace feliz, al menos será un buen pretexto para justificar mi falta de ánimos. Escribir es una de las pocas fantasías que me quedan para cumplir contigo, y es que soy más poeta desde que me faltas y menos perdedor que cuando no supe hacerte sonreír.

Nunca te tuve pero sé que te he perdido y que he perdido más al quererte que al extrañarte. Que mientras estabas aquí he firmado un pacto vitalicio con tus ojos, con tu boca y con tus brazos. Los términos estipulaban mi incondicionalidad a rememorar tu cintura y girar en torno a ella cada vez que viera a una chica caminar por las calles donde te imaginé siendo preciosa, y mi rendición a puertas cerradas de aguantar verte abrazada a otro aunque a ese otro no le interese mucho hacerte más feliz que a él mismo.

Así que el mérito de tenerte bailando entre estas líneas no es tan tuyo. Lo sabes pero te lo recuerdo. La poesía también es capaz de desnudarse delante de cualquiera y eso no le confiere la autoría del deseo, sino la sumisión de quien la mira y la siente, tal como yo te miro y te siento pese a que tú probablemente ni me recuerdes. Te quiero y te espero, más por desprecio propio que por amor ajeno. Te quiero pero sé que mejor estás allá, no por ti sino por mí. Mejor es que estés lejos y te duermas a la orilla de otra vida cuyo mar no se parece en nada al de tus ojos cuando me mirabas. Veré atardeceres y te contaré los desórdenes del día, creándote a mi lado; tomaré cafés y visitaré bibliotecas, contigo a mi vera; entraré a los cines y me sentaré en la parte más oscura de la sala, para que nadie se dé cuenta de que las preguntas y respuestas provienen de una misma boca. La mía.

Supongo que es el precio de haberte querido, la soledad agria de un mal cálculo. Menos mal que cuando escribo se siente el dolor pero no se ve la herida, así no sabrás lo mucho que has crecido con el tiempo. En fin. Es por esto que he esperado a echarte de menos antes de la noche.

Dashten Geriott

Publicar un comentario

0 Comentarios