Carta a Juliana en 1955

Carta a Juliana en 1955

Fotografía por mitramirae

Querida Juliana:

Si te hubiese importado un poco lo que yo sentía, no hubieses bebido de ese café tú sola.

No llegué a la cita y no por lastimarte, pero en tu camino dejaste espinas y en la espera ataste sogas que se encarnaban a mi piel y eso dolía. Tus caricias son letales, me hacen perder la cordura y mis pensamientos huyen de mi mente cediéndote el poder sobre mí. Seamos sinceros, Juliana: me habrías atado de nuevo a ti en contra de mi voluntad, tus ojos verdes me habrían hipnotizado y tus largas pestañas me habrían mostrado un paisaje hermoso que tú y yo sabemos no existe.

Tienes demonios en tu alma y ángeles en tu belleza, no te voy a mentir que me enamoré de un par de ellos, pero más de un par fueron los que me cortaron las alas dejando caer sus plumas sobre tus manos y con una mirada de ternura me pediste perdón, te perdoné pero no me reparaste ni me ayudaste a coserlas.

Ya planté un árbol en mi alma, es frondoso y hermoso, sé que querrías verlo, pero lo vas a tocar y este se marchitará. No eres —tan— mala como te estoy haciendo parecer en esta carta porque sé que me salvaste del infierno muchas veces y me llevaste al cielo un millón de veces más, pero en tu huida yo también huí y mientras te mezclabas con la noche, yo me fundía en un amanecer, jamás conocí la libertad como ahora, puedo ir a donde yo quiera lejos de tus demonios con sólo cerrar los ojos y a donde voy tú ya no existes.

Edna Gómez

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