Siempre tuyo

Siempre tuyo

Fuente de imagen

En los tiempos en que me dedicabas tus labios, y tu saliva daba vuelta por la cornisa de mi espalda, me sentía con incendios y pájaros en los remates. Me sentía con las costuras sueltas y el jamás parecía callarse.

Eras un ser que me compartía sus ojos, para leer los mismos prólogos de piernas largas y pechos rotos. Que me daba de su lengua para hablar acerca de espejismos y de las horas descompuestas. Partías de un sinfín de balas y silencios, que, por amor y miedo, ocultabas en mi cuerpo. Provocabas que mi cuerpo sudara y mis muñecas se desbotonaran. Provocabas el ruido de las calles, y que, en las esquinas, las prostitutas descubrieran el poemario de sus piernas.

En esos tiempos, tus manos combinaban con los guiones cortos de mis caderas azules. Y los prismas de mi rostro, con las catástrofes de tu pelo suelto.

Nos quedaba bien el tono amarillo de las estrellas por todos los lunares, y el verde de las luciérnagas por toda la orilla de nuestra bandera, que colgaba entre tus rodillas y las mías.

Volvías después de cada fantasma y ocupabas tu lado en la cama como ida y sin sueños. Me quedaba a velar tus focos rotos y acariciaba las cuerdas de tu vientre llano.

Eras frágil, pero no te daba miedo destruirte por no saber conquistar tus propias tierras. Me tenías siempre cerca, siempre de tu lado, en tus manos, siempre tuyo.

Como dos piedras atravesamos más de una ventana, tuvimos las mismas heridas, sólo que a veces tu piel sanaba antes que la mía, o viceversa, o era que yo recibía los golpes que iban directo a los cristales morados de tu columna recta.

Te dedicaba mis rutinas, mis sueños y mis ruinas internas. Era de siempre que te dedicaba mis labios y mi lengua iba por toda parte de tu cuerpo, muchas veces en tus senos, muchas veces en tus piernas, muchas veces en tu cuello.

Era tuyo, me quedé siendo tuyo, me acabé por no sentir más incendios ni pájaros en mis alambres.

Jesús Gómez

Publicar un comentario

0 Comentarios