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Creo que todo comenzó cuando ella se fue. O mejor dicho, cuando yo la obligué a irse.
Toda mi vida he estado guardando demasiada violencia en mi interior. Como un contenedor sin fin que sólo se abre para depositar más y más cosas en su interior y nunca deja salir nada. Algo parecido a una bodega, quizá. Siempre guardando infinidad de violencia dentro, confiando en mi habilidad para contenerla.
Pero aquel día no pude más. Simplemente no pude más. Dejé salir un poco de todo eso que llevaba dentro. Un pedazo de ese ser oscuro que llevo en mi interior salió a relucir y descargó toda su ira en la persona que más he amado en mi vida. La lastimó. Arremetió contra ella y la hirió como un cazador a su presa. Abrió cientos de heridas en una fracción de segundo sobre su piel. Le desgarró los sueños y la confianza. Mutiló sin piedad a la niña interior que ella guardaba para sí. Como un depravado, se deleitó con el sufrimiento infligido. Y al final, abrió el cuello del futuro y lo dejó desangrarse frente a mis ojos. Yo lo vi, pero no hice nada. No pude hacer nada. Y así fue como la perdí.
Joel Estrada
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