Ese abrazo

Ese abrazo


Fue un abrazo que sabe a pecado.
Estuve tan cerca de su cuello la noche de ayer.
No es un secreto para ti si digo que me gusta morderte. Me gusta sentir tu piel erizada. Me gusta sentir cómo los latidos de tu corazón crean un ritmo único que sólo yo sé bailar.

Tus brazos recorrieron mi espalda de forma cálida y afectuosa. Tu suspiro se desvaneció cerca de mi cuello y se perdió en la negra noche.
“Ha sido un placer conversar contigo por horas, querido, ahora debo irme porque temo no poder resistir un minuto más cerca de tus labios”. Y no es que esté mal besarte en medio de este cielo perfecto con luminosas estrellas, no…, pero prefiero conservarte en mis sueños así como estás, tan mío y tan lejano.
“Quiero volverte a ver, pequeña hermosa”. Y sucederá. Tengo planes contigo para huir de esta ciudad.

Planeo salir de tu mano y olvidar el mundo, dejarlo todo atrás.
Planeo frenar el tiempo y hacer que todo dure una eternidad.
Vamos a irnos lejos de aquí durante una noche especial, que será propicia para enlazarte en mí y no logres encontrar un solo segundo sin volar, entre mis alas pero con tu libertad.

Cariño mío, nos esperan muchos abrazos más, pero ese abrazo…, ese abrazo te ha condenado a mí, y temo que tú lo has planeado.

Diana C. Mendo